domingo, 25 de mayo de 2008

Raúl del Pozo, premio Mariano de Cavia

Raúl del Pozo, galardonado con el premio Mariano de Cavia
Elmundo.es, 20 de mayo de 2005


El columnista y escritor Raúl del Pozo ha sido galardonado con el premio Mariano de Cavia, que otorga el diario ABC desde 1920 en reconocimiento a los autores de artículos o crónicas con firma o seudónimo habitual, por su artículo 'España, el Paraíso' publicado el 23 febrero 2007.

Raúl del Pozo firma la contraportada del diario EL MUNDO desde diciembre pasado convencido de que "la humildad de un periodista es seguir la actualidad". Aunque está convencido de que "el columnismo se extingue", defiende el género "entendido no como la furia del español sentado, sino como el trabajo del reportero que cuenta cosas en formato de columna, acordándome de la gente que se acerca con un euro a comprar el periódico".

El periodista y escritor en Mariana (Cuenca) e inició su carrera profesional como colaborador del 'Diario de Cuenca' en 1960. Con el diario EL MUNDO colabora desde 1991. Fue a partir de 1994 cuando empezó a escribir una columna diaria en la sección de Madrid, titulada 'Capital de la Gloria'.

Antes, Del Pozo ha sido redactor de 'Mundo obrero' entre 1976 y 1981, para comenzar ese mismo año a trabajar como columnista en la revista 'Interviu', época en la que recibió el Premio de Periodismo Pedro Rodríguez por su trabajo en esta publicación.
En abril de 1982 participó en la fundación del semanario 'El Independiente', donde desarrolló su carrera periodística hasta 1991, año en el que se cerró el periódico. A comienzo de 1991 se opuso a la guerra del Golfo Pérsico incorporándose al colectivo Periodistas por la Paz, que editó 'Diario por la Paz'.



Antes que Raúl del Pozo, han recibido el prestigioso galardón Mariano de Cavia Jacinto Benavente, Agustín de Foxá, Ramón Serrano Suñer, Manuel Aznar, Luis Rosales, Luis María Ansón, Jaime Campmany, Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón, Carlos Luis Álvarez 'Cándido', Fernando Lázaro Carreter, Julián Marías, José María Carrascal, Rafael Alberti Merello, Francisco Umbral, Francisco Nieva, Camilo José Cela, Pere Gimferrer, Pedro Casals, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Fernando Arrabal, Juan José Millás, Fernando Fernán Gómez, Alfonso Ussía, Rafael Sánchez Ferlosio, Antonio Muñoz Molina, José Antonio Zarzalejos y Juan Manuel de Prada, entre muchos otros.



El artículo premiado
España, el paraíso, Raúl del Pozo

Dice un poeta norteamericano que el pasado es un cubo lleno de cenizas y el mundo, sólo un océano de mañanas. Viendo sentados delante de los jueces a esos entalegados, de las cenizas renacen las ascuas; me recuerdan a almohades, almorávides o benimerines sin chilaba. Se ganan el pan matando infieles. Los libros sagrados son los vídeos de la yihad, las mezquitas, academias militares, los McDonald's, su estado mayor.



Camellos de éxtasis, baladores, confites, hurones, nos miran desde el cristal blindado; aunque no llevan alfanjes, fueron reclutados para la guerra santa. Sus jefes son príncipes sauditas; ellos no son príncipes omeyas, sino ladrones de coches y mandangueros. El lumpen, frente a la predicción de Marx, se destaca como la nueva vanguardia que, en vez de luchar por el hombre no alienado, pelea por un creyente fanático que quiere recular la Historia hasta la peste.



Tienen el sueño de volver a Al Andalus y han enviado a los primeros combatientes, con nombres inextricables, con caras no ajenas a las nuestras. Aquí, a excepción de El Cid, nuestros abuelos se mezclaron con moros y judíos. Estos traficantes de éxodo y patera descubren, apenas llegan a España, que es algo de ellos; el idioma que hablamos está plagado de sus propias palabras. Hay en nuestros diccionarios más de 4.000 arabismos. Su monoteísmo se enriquece con vocablos que invocamos para consultar al destino: azar, baraja, albur. Muchos de ellos trabajan de alondras o pastores en los pueblos donde las casas conservan el aljibe; el zaguán, las alcobas; la alacena, las baldosas; las azoteas, el albañal. Van al mercado y ven que hay alcachofas; observan que en las aldeas aún se echa el dinero en una alcancía. Les han contado en las madrasas que los árabes trajeron a España el álgebra y los albaricoques.



Al Qaeda sigue el método de los primeros sicarios, los ebrios de hass. Cuando el sultán deseaba enviar a alguien para que matara a sus enemigos, le pagaba el precio en sangre; si el asesino se escapaba, el dinero era suyo, si era atrapado, lo era de sus hijos. Traen sus canciones de gesta: Almanzor mandaba recoger el polvo con el que sus ropas quedaban manchadas durante sus batallas, para ser enterrado con ellas cuando le llegara el último día. Creen que la Reconquista no ha terminado. El mismo Cervantes analiza el fenómeno musulmán-cristiano como la primera guerra civil española. Cuando se encuentran unos labradores que llevan a su pueblo imágenes para un retablo, una de las cuales era San Diego Matamoros, dicen: «Y mira que este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo».
No les han contado que aquí los moros se volvían vacilones, se entregaban al hedonismo, cantaban en las jarchas: «Con hojas de parra mortaja aprestad, con pámpanos verdes, turbantes tejed». Dice un poeta arábigo-andaluz: «Oh andalusíes, qué felices sois, tenéis agua, sombra, ríos y árboles. El paraíso eterno está en vuestras moradas».

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